Dicen que alguien inventó el chori astronómico cuando se dio cuenta, que el fuego que utilizaba para calentarse en las noches heladas, también le podía servir para cocinar chorizo a la llama. A pesar de que había intentado ingerir distinto tipo de alimentos durante sus salidas, solo el choripán logró satisfacer sus necesidades alimenticias, permitiendo alargar significativamente las observaciones del cielo nocturno, mucho más si el chorizo era de esos picantes que piden vino, y al estar impedido de alcohol por perjudicar la visión, él estómago aumentaba la temperatura corporal de tal manera, que aquel observador empedernido podía estar toda la noche a la intemperie, gracias a su calefactor interno.
Los expertos de la observación visual no recomendarán nunca esta solución. Alegan que hay un problema incompatible con la actividad: el humo!
El humo, ese subproducto indócil de la combustión de la leña cocinera, que por más experimentado que sea el asador, tarde o temprano se le meterá en los ojos haciendo brotar las lágrimas a más no poder. Ese humo, traicionero, asociado con la brisa invisible que surca los campos, atacará en el momento menos pensado a cuanto telescopio y binocular desprevenido encuentre, opacando la visión de las estrellas o peor, llegar en algunos casos a dañar un ocular, espejo o lente que se le cruce.
Igual, dicen… que siempre habrá incautos que caerán en la tentación de observar y darle al chori, que planearán contentos una jornada nocturna donde se hable de astronomía, se busquen difusas galaxias mientras esperan el momento oportuno para cortar un felipe al medio y depositar allí, perfectamente, un chorizo rescatado de las llamas a medio quemar. Pobres!, dirán los puristas de la observación de esta gente que por inocentes o desidia, terminaran engrasando enfocador o peor, el mejor ocular del que dispongan.
Pero, algún ignoto observador, desconocido en el ambiente, pero sabio en su razonar, opinará de estas cuestiones de manera muy distinta si le preguntan.
Dirá, que como él, hay observadores del cielo nocturno, que no son tan puristas ni tan exigentes, que usan estos argumentos desfavorables en su favor, sabedores de algo más. Contará que utilizan la chorizada para atraer incautos a sus filas, esperanzados que la víctima obnubilada por un cúmulo globular o una estrella roja, al morder el choripán envuelto en humo, se transforme en uno de ellos. En un raro espécimen particular, de esos que son capaces de abandonar la luz artificial para adentrarse en la oscuridad de la noche, sin importar que fecha, que cumpleaños, o que temprano se madrugue al día siguiente.
Nadie parece conocer cuánto de verdad o cuánto de mentira tiene esto. Nadie parece saber nada, pero si das con una persona común convertida en Astrónomo Aficionado, dirá lo mismo que yo. “los choris astronómicos” son lo más.
1 comments:
y nosotros no probamos nada!!!! pero eso sí, nos llevamos un poco de humo en nuestras pilchas . jaja
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