Dominio Mental

Como cada vez que salimos planificadamente a observar, el cosquilleo de la incertidumbre que implica depender de que el clima acompañe o no comienza desde la mañana, cuando se ven algunas nubes por aquí o por allá, o como en estos días, que las nubes brotan desde el suelo y se las nombra “neblina”.
Este sábado fue así, con esa pregunta que uno no se quiere hacer, pero que se hace sola: ¿podremos ir? Pero como con todas las cosas, intenté manejar el “problema”. Lo manejo manteniendo la mente ocupada… en este caso, elegí poner todo a punto para estar, como quedamos, a las 20 hs en lugar indicado sin olvidarme de nada.

Mientras intentaba ahorrar en una siesta tardía el sueño que  invertiría en la trasnochada celestial, un par de preguntas escritas del que no leyó el mail general, ni el personal enviado oportunamente, y que tampoco está al tanto de esto de dominar ansiedades climatológicas, rompieron el silencio vía celular (pavo que soy, ¿porque no lo apagué?), ¿A dónde nos encontramos? y “Está nublado, ¿despejará?”. Que lo tiró, chau ahorro, y por un momento chau tranquilidad. Miré para el suroeste, nubes; miré para el este, nubes; miré para arriba, nubes (ni me acordé que para arriba es Cenit. ¡Que aficionado!). Miré al celular culpable y respondí “fue mail” sacándome con textito corto la bronca de tener que automedicarme nuevamente para disolver ansiedades hasta la noche. El remedio estaba a la mano y me rehice rápidamente. Muerto el sueño, disponía de una hora más para hacer algo que aún estaba pendiente. Revisar la colimación del chiche nuevo sospechoso de necesitar un toque sutil. Mente ocupada y chau clima.
Lo bajé de la montura donde habitará por siempre y lo apoyé parado en el suelo. Bueno, no tan en el suelo. Ya tiene un recipiente plástico que lo mantiene en el piso si es necesario.
Me llevó un buen rato colimar el láser verde. Una vez que el rayo láser quedó clavado en un punto allá abajo, en el espejo primario, a pesar de girarlo sobre sí mismo en el porta ocular, tomé la llavecita allen y encaré al secundario. En el momento que decidí qué tornillo aflojar un nada, me agarró Don Miedo por la espalda y me dijo “guarda negro, que si la "ayen" se te escapa, peloteás el primario”. ¡Ups! Nada que hacer, me tuve que secar la transpiración de las manos con papel. Respirar hondo y pensar en lo afortunado que soy. Me dije que todos esos astronautas que le metieron guante al Hubble no tenían un rollo de papel de cocina a la mano. Y si lo hubiesen tenido, su costo seria sideral. Si hasta estaba con los pies sobre la tierra,  y ellos no, ja! Listo, mente quieta. Tres sutiles toques a tres pequeños tornillos fueron suficiente para llevar el punto verde al bien marcado centro del espejo.
Otra vez montado el OTA en su lugar me di cuenta que me faltaba un espejito que colgaba dentro del tubo del “casero” para  ver dónde rebota el rayo en el secundario y muere en el porta ocular. Metí un cd en reemplazo, pero no me sirvió. De golpe estaba otra vez Don Miedo metiendo bocado. “Antes veías y ahora te va a quedar como el…? “Lo debutas en el campo y vas a ver rayitas en vez de estrellas, ¿sos gil, sos?” Lo peor es que el tipo tenía razón. Que lo tiró! Otra vez calmar la mente, otra vez auto medicarse y seguir. Como labura la cabeza, en el casero media riesgos, en éste estaba midiendo catástrofe. Sustazo, pero alguien tiene que meter mano para colimar y al Cacho, mi mecánico amigo no se lo voy a llevar, no? El Invap está lejos y la NASA aún más. Listo, con este argumento inapelable calmé las neuronas y seguí.
Desprendí el adaptador para ocular de 1 ¼  junto con el adaptador láser y moviendo un poco el rayo teñido de color esperanza para cualquier lado, encontré mirando fijamente el primario qué tan cerca, qué tan lejos, estaba pegando un punto verde en algún lugar, que obviamente no era el centro de nada. Lo encontré como dicen los aviadores, “a las menos diez” lejitos del centro de todas esas combinaciones de imágenes que incluyen hasta el ojo de uno.
Justo el secundario tiene a las “y veinte” uno de los tres registros. Aflojar un tornillo para apretar el otro. Espejo que “retrocede”. Ir a la boca del tubo, buscar ese punto medio fantasma. Darse cuenta que se acercó al centro de las múltiples imágenes. Sonreír por adivinador y suertudo. Registrar hasta hacer blanco y esperar el veredicto final en pleno campo.
Cargué todos los bártulos en el móvil y partí soñando despierto con estrellas puntuales como agujas que te pinchan al observar convertidas en deformadas cabezas de alfiler. Malos pensamientos. Buena pesadilla.
19:50 estaba en  sitio de partida. Una silla de plástico de patio, convertida a “de banquina”, me dió el confort para buscar el relax y esperar a la vera del camino al resto de los observadores mientras en la radio, Huracán, el de Patricios ponía en apuros a Newell's de visitante con un 3 - 2 de primer tiempo. No encontraba el remedio.
Llegó Cristian… llegó Daniel… llegó María Inés y Emiliano… llegó Sergio y flia.
Todos se fueron y me quede solo nuevamente por si llegaba alguien más. Solo y con esos raros pensamientos. Muy mal. Y rebusqué entre mis cosas y fue re obvio que el  medicamento era apuntar al cielo y ver qué onda.
16 km de buen camino de tierra con un par de eses traicioneras me depositaron en el Club. Recibimiento buena onda del Grupo GOCO y armar. No no. Antes unas fotos grupales. Ahora si, a armar el tele. No no,  tampoco, la montura del tele está debajo de casi todo lo que llevé. Primero la montura del binocular. Luego un toque de repelente y luego… qué se yo, la mesa por si tengo que apoyar algo. No terminaba nunca. Nadie se dió cuenta de mi estado de ansiedad y nada dije tampoco.
Monté todo, apunté al bulto a Mimosa como la noche del debut y… no vi nada… jaja, es que Cristián metió ojo primero y cuando dió foco se mandó un faaaaaaaaaaa, mirá que detalle! “Nunca ví el Joyero así”.
Sí, se vé bien, contesté por fuera, sonreí locamente por dentro.
Muchísimo más tarde, cuando sólo quedaban varias damas y un par de caballeros apunté a Saturno como broche final. El “esto es lo mejor que ví esta noche” de Maria Inés que invitó a los demás a no perderse la frutilla del postre, fue la satisfacción final para esta mente que anduvo loquita toda la tarde.

2 comments:

Daniel Acosta said...

Buenismo el relato y mejor el Tele Bais II ?, me perdi la "frutilla", pero habra revancha

SerBais said...

Si Señor, habrá desquite. Muchas gracias por comentar